El mundo de la decoración es cambiante. A lo largo del tiempo las modas varían, aunque a veces, las tendencias en mobiliario recuperan o actualizan elementos más tradicionales. Dentro de estos clásicos atemporales están los cabeceros de forja . Totalmente metálicos o combinados con otras materias primas como la madera, aportan una nota de elegancia a las habitaciones. Por otro lado, la forja armoniza bien con muebles de diversos estilos, épocas y materiales.
Los cabeceros de forja: un poco de historia, estilos, combinaciones y mantenimiento
En nuestro país, el uso del hierro se remonta, aproximadamente, al primer milenio antes de Cristo. Desde entonces, la forja (en un principio usada para realizar armas, aperos y herramientas) ha sido, y es, un elemento muy utilizado de manera tradicional, tanto para construcción (unas rejas de ventana o un pasamanos para una escalera) como para la fabricación de muebles. Y lo mismo para jardín que para interior. Dentro de nuestra casa podemos usar el hierro forjado en sillas o en pies de mesa y, cómo no, en cabeceros de forja y camas completas.
La cama, como elemento de descanso, ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales y, como es lógico, ha sufrido muchas modificaciones. De madera, metal e incluso de piedra, ha llegado hasta nuestros días ya no solo como base para nuestro descanso, sino como sujeto de decoración. Un bonito cabecero de forja hace que nuestra alcoba luzca espectacular.
Pero ¿qué caracteriza a la forja en lo relativo a mueblería? Pues su robustez y su ligereza. Aunque ambas cualidades puedan parecer incompatibles, no lo son en absoluto.
Volviendo a lo que nos ocupa, un cabecero de hierro forjado es resistente al paso del tiempo y a la vez, no resulta tan agobiante y pesado como puede ser uno de madera maciza, por no hablar ya de una cama completa. Los vanos que crean los motivos decorativos de la forja aligeran y hacen que el mueble parezca más liviano. Esto la convierte en ideal para los espacios más pequeños.
Estilos y posibilidades de un cabecero de forja
El hierro forjado es un material maleable que ofrece multitud de posibilidades en decoración. Si posees uno de estos elementos heredado de tus abuelos y lo puedes restaurar, conseguirás una pieza clásica de gran valor, tanto sentimental como, posiblemente, económico. Y si no tenemos esa suerte o nos gusta algo con un aire más moderno, en la actualidad existen muchas posibilidades.
El primer estilo donde ubicar el hierro que seguro te viene a la cabeza es el rústico. Qué bien quedaría en tu casa del pueblo un cabecero de forja, unas sillas de hierro, una lámpara del mismo material, etc. Correcto, pero no es ni de lejos la única posibilidad que este metal nos brinda.
Si tu hogar está ubicado en un piso, en la ciudad, no tienes por qué renunciar a tu cabecero metálico. En el caso de la habitación de una adolescente, un sencillo cabecero de forja lacado en un tono blanco o en aquel que mejor combine con el resto de su mobiliario dará a su habitación un encanto diferente. Si es para una habitación matrimonial, lo mismo. Además, teniendo en cuenta que las estancias de hoy en día no son todo lo amplias que nos gustaría, la sensación de ligereza aumenta. En ese caso es una buena elección, sobre todo si la comparamos con los pesados cabeceros de madera o tapizados en tela, cuero u otro material (por otra parte, estos últimos se ensucian y se desgastan más fácilmente).
No quieres renunciar a la madera, es un material natural que te encanta, pero necesitas un mueble menos contundente, que no sea macizo. Entonces, puedes combinarla con detalles en forja. Un cabecero de forja compuesto de un marco de madera, pero cuyo interior esté formado por unos motivos en hierro, es lo tuyo.
Otra buena combinación del hierro forjado es aquella que se hace con latón. El resultado es bastante vistoso. El latón puede presentar un acabado dorado brillante o bien más envejecido y queda bien con cualquier estilo decorativo.
Si estás pensando decorar la pared de la habitación con un papel bien bonito, desearás que este se vea. Lo mejor, entonces, es colocar un cabecero de forja sencillo, de forja por ejemplo, que hará destacar los motivos del papel pintado y, a su vez, destacará él mismo.
Fácil limpieza y mantenimiento
Por otra parte, la limpieza de un cabecero de forja o de cualquier otro mueble de este material es sencilla. Como regla general, se aconseja quitarle el polvo con frecuencia. Para limpiezas más profundas, prepara una solución de agua caliente (pero no demasiado) y jabón (sirve el lavavajillas, pero evita los que lleven lejía). La proporción puede ser de cuatro cucharadas por litro de agua. Bien mezclado todo, se aplica con una esponja o un paño, frotando suavemente y con movimientos circulares. Se puede sustituir el jabón por vinagre, pero entonces añadirás media taza de vinagre blanco a dos litros de agua. Finalmente, se aclara bien y se seca. Puedes usar un atomizador; en ese caso, es mejor aplicar la solución primero en la esponja y no directamente.
¿Qué ocurre si hay óxido? Normalmente, en muebles de interior eso es poco frecuente. Pero no te preocupes, no es grave, Basta con eliminarlo con lija o con un cepillo de alambre y limpiarlo bien tras el proceso.
Por otro lado, si quieres darle color a tu cabecero de forja, te aconsejamos limpiarlo bien, lijarlo y volver a limpiarlo antes de pintarlo. Asesórate sobre los materiales que debes usar. No obstante, en el mercado existen cabeceros de forja ya lacados en diferentes tonos y estilos.
Comparándolo con otras materias primas, el hierro es un material de larga duración y fácil mantenimiento. Además, no le afectan insectos como la polilla, cosa que sí sucede con la madera, los acolchados e incluso el bambú o el mimbre.
Si adquieres cabeceros de forja, no solo darás un aire diferente a tu casa, sino que tendrás un mueble para toda la vida. Aunque renueves el resto de mobiliario de la habitación seguirá quedando bien, pues es un elemento atemporal, fácil de mantener y de limpiar. En definitiva, una buena elección.